miércoles, 25 de noviembre de 2015

La 'eva' que Fidel Castro embargó en Yucatán

Lía, entre revolucionarios (Foto: Lía Cámara)

Eduardo Vargas
Mérida, Yucatán

Tan sólo cuatro años antes de llegar triunfal a La Habana en 1959, Fidel Castro causó una auténtica revolución de amor en Lía Cámara Blum, su ‘novia’ yucateca, quien hoy, 60 años después, sentada en la sala de la misma casa en la que recibió, junto con su familia, al comandante en ciernes, piensa que él no la recordaría aunque la viera a los ojos.

Pero Lía no olvida que, desde aquel septiembre de 1955 cuando lo descubrió en el acto de sentarse para que le lustraran los zapatos, en el parque central de Valladolid, Yucatán, a ella, Cuba se le instaló de tal forma en el corazón que no sólo fue a luchar por la causa ideológica sino que arriesgó su vida al visitar la legendaria Sierra Maestra, en un jeep, acompañada de barbudos desconocidos que le enseñaron a disparar armas como metralleta y fusil.

Por si fuera poco, Lía se casó, pocos meses después de aquel frenético viaje a la isla, con un cubano con quien procreó una pareja, Lía y Pedro, que heredaron apellido y sangre antillanos.

La verdad es que, desde su primer ‘contacto’ a mediados de los años 50, Lía nunca se sacudió a Cuba, al contrario, la padeció y amó en circunstancias a veces contrapuestas, en una larga vida que no cambiaría por nada, porque -dice- “tuvo un resultado bueno”: su familia, de la que sólo sobreviven ella y su hijo Pedro; Lía y Alberto -padre de sus hijos- ya fallecieron.

En una pausa de sábado, horas después de concluida la visita del hermano de Fidel, y presidente de Cuba, Raúl Castro, en entrevista, Lía se sincera:

“¿Por qué nos empezamos a llevar? ¡Porque nos gustamos, estábamos jóvenes, hubo una atracción!”, evoca la profesora que, en su momento, esperó algo más que una amistad de Fidel, pero que sólo recibió una declaración de un calibre mucho mayor al del arma que el joven apuesto transportaba en un viejo estuche parecido al de un violín: “Soy divorciado y tengo un hijo”; la confesión tuvo la misma eficacia que una bala: mató la ilusión de la maestra yucateca que prefirió olvidarse de deshojar la margarita y dedicarse a sembrar el conocimiento.

Meses después del triunfo de la Revolución Cubana, Lía viajó a la Isla invitada por el Gobierno socialista para participar en el Congreso de Juventudes Latinoamericanas -creado para hablar de los porqués del movimiento armado-, en junio de 1960, en donde prácticamente se codeó con líderes revolucionarios como Camilo Cienfuegos y Celia Sánchez.

Pero también se encontró con la segunda historia de amor con un cubano: Alberto Maceo Sariol, con quien había mantenido una “amistad epistolar” por unos cuatro años; ahí, en el frenesí del Carnaval de Santiago de Cuba, Lía aceptó ser su esposa. Regresó a Mérida con la noticia de que se casaba y ¡con un cubano!

En medio de la fugaz organización de un boda como segundo capítulo de un corto noviazgo de apenas seis meses, el ‘divorcio’ Cuba-Estados Unidos le ganó a la unión Lía-Alberto. La profesora se quedó, por unos meses, como novia de pueblo: vestida y alborotada, y no le quedó más que guardar su atuendo y esperar.

Pero los días pasaron y la desesperación se volvió desayuno, comida y cena de la maestra, así que tomó una decisión: casarse por lo civil en Mérida, pero sin su futuro marido. Lo logró gracias a una carta poder y con su padre, Pedro Cámara Lara, como representante de su esposo.

Lía Cámara Blum, la 'novia' yucateca de Fidel Castro habla, 60 años después, del romance. (Eduardo Vargas)


Así consiguió la visa norteamericana y viajó para la boda religiosa, en el templo de St Ann, en Cleveland, Ohio, en enero de 1961. Vivió en esa ciudad por un año hasta que, a petición de su padres, la maestra volvió a Mérida esta vez casada y embarazada.

A su llegada como esposos y futuros papás, Lía compró una casa en el popular fraccionamiento Pensiones, al poniente de Mérida, y a su esposo le consiguieron un empleo en un hotel. Alberto no quedó del todo conforme y, con el tiempo, decidió adquirir y trabajar granja avícola en Umán, municipio conurbado de Mérida, en el que Lía atendía el primer jardín de niños fundado por ella.

Pero nada funcionó. Simplemente, el esposo de la profesora no quería estar en México y ni siquiera el ayudar a sus paisanos, que arribaban en balsas a Yucatán, a llegar a Estados Unidos, lo mantuvo aquí.

Regresó a su país para no volver sino esporádicamente, en visitas casi meteóricas, para convivir con sus hijos. Lía también solía viajar con frecuencia a Estados Unidos, y de todo eso aún conserva la buena relación con su familia política cubana exiliada en ese país.

El ‘amor de lejos’ de Lía y Alberto duró más de una década, hasta que la maestra decidió separarse legalmente porque su esposo le dejó entrever que vendría a buscar a sus hijos para llevárselos a vivir a Estados Unidos. La profesora, intuitiva como siempre, contrató un abogado y se divorció prácticamente en secreto.

Mal terminó entonces la segunda historia de amor de Lía, hoy convertida en directora de una escuela de música, fundada como tributo a su hermana Ligia, pianista magistral, muchas veces invitada a Cuba como artista, y quien falleció hace poco más de dos años.

A sus 80 años de edad, Lía, abuela de tres nietos, uno de los cuales (Rodrigo, adoptado y con cinco años de edad) ‘salvó’ el apellido Maceo, en veda y peligro de extinción porque Pedro, hijo de la profesora, no tuvo descendencia, no le pide nada a nadie, ni siquiera desea volver ver al expresidente Fidel Castro; es más, no está en su mira viajar a Cuba ni como turista. Si acaso, tan sólo grita hoy, a los cuatro vientos: “¿Yo, la novia yucateca de Fidel Castro? ¡Háganmela bueennaaa!”

(Texto original publicado en Milenio Digital)

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