![]() |
Lía, entre revolucionarios (Foto: Lía Cámara) |
Eduardo Vargas
Mérida, Yucatán
Tan sólo cuatro años antes de llegar triunfal a La Habana en
1959, Fidel Castro causó una auténtica revolución de amor en Lía Cámara Blum,
su ‘novia’ yucateca, quien hoy, 60 años después, sentada en la sala de la misma
casa en la que recibió, junto con su familia, al comandante en ciernes, piensa
que él no la recordaría aunque la viera a los ojos.
Pero Lía no olvida que, desde aquel septiembre de 1955 cuando
lo descubrió en el acto de sentarse para que le lustraran los zapatos, en el
parque central de Valladolid, Yucatán, a ella, Cuba se le instaló de tal forma
en el corazón que no sólo fue a luchar por la causa ideológica sino que
arriesgó su vida al visitar la legendaria Sierra Maestra, en un jeep,
acompañada de barbudos desconocidos que le enseñaron a disparar armas como
metralleta y fusil.
Por si fuera poco, Lía se casó, pocos meses después de aquel
frenético viaje a la isla, con un cubano con quien procreó una pareja, Lía y
Pedro, que heredaron apellido y sangre antillanos.
La verdad es que, desde su primer ‘contacto’ a mediados de los
años 50, Lía nunca se sacudió a Cuba, al contrario, la padeció y amó en
circunstancias a veces contrapuestas, en una larga vida que no cambiaría por
nada, porque -dice- “tuvo un resultado bueno”: su familia, de la que sólo
sobreviven ella y su hijo Pedro; Lía y Alberto -padre de sus hijos- ya
fallecieron.
En una pausa de sábado, horas después de concluida la visita
del hermano de Fidel, y presidente de Cuba, Raúl Castro, en entrevista, Lía se
sincera:
“¿Por qué nos empezamos a llevar? ¡Porque nos gustamos, estábamos
jóvenes, hubo una atracción!”, evoca la profesora que, en su momento, esperó
algo más que una amistad de Fidel, pero que sólo recibió una declaración de un
calibre mucho mayor al del arma que el joven apuesto transportaba en un viejo
estuche parecido al de un violín: “Soy divorciado y tengo un hijo”; la
confesión tuvo la misma eficacia que una bala: mató la ilusión de la maestra
yucateca que prefirió olvidarse de deshojar la margarita y dedicarse a sembrar
el conocimiento.
Meses después del triunfo de la Revolución Cubana, Lía viajó a
la Isla invitada por el Gobierno socialista para participar en el Congreso de
Juventudes Latinoamericanas -creado para hablar de los porqués del movimiento
armado-, en junio de 1960, en donde prácticamente se codeó con líderes
revolucionarios como Camilo Cienfuegos y Celia Sánchez.
Pero también se encontró con la segunda historia de amor con un
cubano: Alberto Maceo Sariol, con quien había mantenido una “amistad epistolar”
por unos cuatro años; ahí, en el frenesí del Carnaval de Santiago de Cuba, Lía
aceptó ser su esposa. Regresó a Mérida con la noticia de que se casaba y ¡con
un cubano!
En medio de la fugaz organización de un boda como segundo
capítulo de un corto noviazgo de apenas seis meses, el ‘divorcio’ Cuba-Estados
Unidos le ganó a la unión Lía-Alberto. La profesora se quedó, por unos meses,
como novia de pueblo: vestida y alborotada, y no le quedó más que guardar su
atuendo y esperar.
Pero los días pasaron y la desesperación se volvió desayuno,
comida y cena de la maestra, así que tomó una decisión: casarse por lo civil en
Mérida, pero sin su futuro marido. Lo logró gracias a una carta poder y con su
padre, Pedro Cámara Lara, como representante de su esposo.
![]() |
Lía Cámara Blum, la 'novia' yucateca de Fidel Castro habla, 60 años después, del romance. (Eduardo Vargas) |
Así consiguió la visa norteamericana y viajó para la boda
religiosa, en el templo de St Ann, en Cleveland, Ohio, en enero de 1961. Vivió
en esa ciudad por un año hasta que, a petición de su padres, la maestra volvió
a Mérida esta vez casada y embarazada.
A su llegada como esposos y futuros papás, Lía compró una casa
en el popular fraccionamiento Pensiones, al poniente de Mérida, y a su esposo
le consiguieron un empleo en un hotel. Alberto no quedó del todo conforme y,
con el tiempo, decidió adquirir y trabajar granja avícola en Umán, municipio
conurbado de Mérida, en el que Lía atendía el primer jardín de niños fundado
por ella.
Pero nada funcionó. Simplemente, el esposo de la profesora no
quería estar en México y ni siquiera el ayudar a sus paisanos, que arribaban en
balsas a Yucatán, a llegar a Estados Unidos, lo mantuvo aquí.
Regresó a su país para no volver sino esporádicamente, en
visitas casi meteóricas, para convivir con sus hijos. Lía también solía viajar
con frecuencia a Estados Unidos, y de todo eso aún conserva la buena relación
con su familia política cubana exiliada en ese país.
El ‘amor de lejos’ de Lía y Alberto duró más de una década,
hasta que la maestra decidió separarse legalmente porque su esposo le dejó
entrever que vendría a buscar a sus hijos para llevárselos a vivir a Estados
Unidos. La profesora, intuitiva como siempre, contrató un abogado y se divorció
prácticamente en secreto.
Mal terminó entonces la segunda historia de amor de Lía, hoy
convertida en directora de una escuela de música, fundada como tributo a su
hermana Ligia, pianista magistral, muchas veces invitada a Cuba como artista, y
quien falleció hace poco más de dos años.
A sus 80 años de edad, Lía, abuela de tres nietos, uno de los
cuales (Rodrigo, adoptado y con cinco años de edad) ‘salvó’ el apellido Maceo,
en veda y peligro de extinción porque Pedro, hijo de la profesora, no tuvo
descendencia, no le pide nada a nadie, ni siquiera desea volver ver al
expresidente Fidel Castro; es más, no está en su mira viajar a Cuba ni como
turista. Si acaso, tan sólo grita hoy, a los cuatro vientos: “¿Yo, la novia
yucateca de Fidel Castro? ¡Háganmela bueennaaa!”
(Texto original publicado en Milenio Digital)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario