miércoles, 1 de noviembre de 2017

Don 'Pil', el jardinero de los muertos (video)



Por Eduardo Vargas Marín

MÉRIDA, Yuc.-Sentado sobre una tumba de material gris que simula granito, en el cementerio Xoclán, el más grande de Mérida, Yucatán, un anciano golpea de pronto la lápida y dice: “Son mis clientes (...) los conozco a todos”...

No, no está loco: 30 de esas bóvedas están bajo su cuidado y no sólo las limpia y las pinta para Día de Muertos, sino que, durante todo el año, también coloca flores en los escasos floreros de algunas; incluso siembra plantas donde parece imposible: por ejemplo, en el angosto espacio de apenas cuatro dedos de ancho entre la tumba y la "delgada" calle de cemento que sólo permite el tránsito de personas si van en fila india.

Don “Pil”, como los conocen sus clientes -claro, los vivos-, con un accidentado español por su acostumbrado acento de habla maya, raspa con una lija, una y otra vez, la figura de relieve que simula un libro y el sonido rompe el silencio, a veces sepulcral, del panteón con 33,000 bóvedas.

Personaje imaginable en un cementerio, el hombre, de 83 años de edad, lleva más de 30 trabajando ahí, primero para el Ayuntamiento, y luego, desde unos años para acá, “por su cuenta”; dice que dejó de ser empleado municipal porque, dice, un día un “hombre malo” quería llevárselo a "barrer calles", tan sólo para que el anciano cumpliera su ciclo de trabajo y pudiera pensionarse.

Pero don "Pil" no aceptó la propuesta. Decidió quedarse ahí en el camposanto hasta el fin de sus días, para limpiar, pintar y adornar con plantas las bóvedas, a cambio unos 50 pesos, prácticamente una limosna para quien tanto necesita. A veces, dice, recibe un poco más, cuando los deudos se acuerdan de sus muertos y acuden a visitarlos. Entonces,  al anciano hombre le pagan “todo el mes junto”: 200 o 300 pesos.


Pero eso no le alcanza para vivir y quizás tampoco para morir, pues una "renta" de bóveda cuesta dos mil pesos, por tres años, en el panteón donde trabaja. Sin embargo, no se queja, ni siquiera porque gasta 32 pesos en pasajes de autobús para llegar por la mañana a su centro de trabajo y regresar a casa por la tarde.

Para don "Pil", en octubre y noviembre, hay días muy buenos, porque la gente acude en mayor medida y frecuencia a los panteones, por el Día de Muertos; lo sabe y se afana: arregla y pinta las tumbas y cobra según el tamaño: simples, así “planas”, 400 pesos. Adornadas, con esculturas, herrería y hasta techos, 1,000 pesos.

Pero también sabe que limpiar las lápidas puede no dejarle ni siquiera para comer: muchas de las tumbas que lo rodean están abandonadas por los vivos, y es imposible saber si algún día regresarán.

Eso sí, está consciente de que nunca faltarán "clientes”, que cada día llegan más, y que él estará dispuesto a cuidarlos, porque, mientras viva, su voluntad de servir nunca morirá...


(El texto original fue publicado por el autor en el sitio web LECTORMX.com)

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