Por Eduardo Vargas Marín/reportero
MÉRIDA, Yucatán.- La vida del astrónomo y matemático yucateco Eddie Salazar Gamboa es un número primo porque no se divide en 2 ni siquiera frente a una luna (espejo): “yo trato de no verme al espejo porque veo lo que no me gusta de mí mismo”.
Y es que, al
escuchar sus oficios, uno puede pensar que este incansable profesor universitario
es una suerte de Carl Sagan, Stephen Hawking o Aurelio Baldor nacido en tierras
yucatecas, pero la solapa de su biografía no autorizada aludiría más a la
taxonomía porque se perfila más como una rara especie de arqueólogo del
universo; o a la química, pues mezcla los números con casi todo lo que está a
su paso. No, definitivamente, no lo veo montado en un viaje interestelar.
En un
universo metafórico, es el hombre que encontró a los mayas con un telescopio y
que atrapó a la Luna, “esa dama caprichosa” -frase del arqueólogo Víctor
Segovia Pinto-, en la puerta del Templo de las 7 Muñecas de Dzibilchaltún, con
una calculadora.
“Una vez un
chamán maya me dijo: ‘usted tal vez no entienda bien lo que es, pero será algo
así como un profeta de los mayas, con una función especial: de descubrir
cosas’”, recuerda este “hijo de la luna (...), blanco como el lomo de un
armiño” (Mecano dixit), con ojos
brillantes de gato en la oscuridad.
Pero sus
mejores atributos no son humanos… ¡hey! Tampoco extraterrestres y mucho menos
alienígenas; es tan terrícola que ni en un volado prefiere “sol”; él apuesta
por el “águila” y no es ninguna decisión azarosa en un hombre que, como el ave
nacional, ve cuatro veces más que un ser humano promedio.
“A veces
hasta yo me digo: ‘ya estás quedando loco’... ¿(comparar) el número de peldaños
de la pirámide (de Kukulcán, en Chichén Itzá) con lo que dura una rotación del
universo? Quien te oiga, dirá ‘ya se le fue la chaveta, el pájaro’”, dice, sin
menoscabo del qué dirán.
Si su vista es casi como la de una abeja, 5 veces más veloz que la de un homo sapiens, del oído ya ni hablemos: más que un melómano, el profesor se califica como un “audiófilo”; la verdad, su oído es como el de un elefante, no por el tamaño de sus orejas, sino por su sensibilidad: 20 veces mayor a la humana; o como el de la paloma, capaz de presagiar la tormenta mucho antes de que empiece...
“Un sabio
decía: ‘prefiero escuchar antes de hablar, porque si hablo repito 20 veces lo
que ya he dicho; pero, si escucho, puedo encontrar cosas positivas’”,
sentencia. Pero hoy, al silencio no lo invitamos, porque estamos en una
entrevista, por cierto realizada en el marco de su cumpleaños, el 22 de marzo,
una fecha muy “conveniente” para quien la primavera -que llega generalmente entre
el 19 y 21 de marzo- le ha permitido
devorar los frutos de árbol del conocimiento sobre la arqueoastronomía maya.
Pero antes
de llegar hasta donde él revela sus sueños apocalípticos e invisibles; en la
que habla de su incómoda imagen frente al espejo; en la que dicta su epitafio,
y en la que devela los motivos de sus lágrimas, escuchemos la definición
autoconsciente lo que este hombre que, de buenas a primeras, te asalta con la
pregunta “¿tienes una calculadora a la mano?”...
“Soy un iconoclasta (entendido como el que destruye lo que está establecido), pero a diferencia de otros, yo no intento convencer a nadie”.
Bien, veamos
si puede convencerme sobre lo que afirma...
Acomodado en la postura del “acusado”, del que debe contestar las preguntas, Eddie Salazar responde sin una pizca de molestia ante una duda que puede sonar ofensiva en estos tiempos:
-Yo ya no
sueño… los sueños son temores, son deseos reprimidos. Mientras más maduro eres
menos sueños tienes.
-(Cuando
despierto) Casi estoy en blanco… mientras menos sueños, menos deseos tienes,
eres más libre. Mientras más temores tienes más sueñas.. cuidado con tus deseos
porque pueden hacerse realidad.
-Es una
pregunta muy comprometedora… tengo mi corazoncito así viejo como me ves… el
tiempo no influye. Siempre he sido coqueto.
-Yo trato no verme al espejo porque veo lo que no me gusta de mí mismo. Siempre dicen que la gente no se ve al espejo porque no le gusta lo que ve. Mi hermano mayor me decía -cuando quería fregarme-: a ti dos cosas bien te dio la naturaleza: tu cerebro y tus ojos.
-Completamente…
voy a decir una herejía: el hombre, a la parte que no le gusta, le ha llamado
“diablo”, “satanás”, “Lucifer”, pero no hay dios que esté separado: es bien y
es mal, es las dos cosas al mismo tiempo.
-”Aquí yace un hombre que trató de buscar la raíz del universo pero nunca las encontró”… bueno, posiblemente sí las encontré pero es algo propio, para mí. No sé exactamente quién soy. Estoy indagando quién soy, quién es Eddie Salazar, pero es muy corta la vida para conocerse, para saber quién es uno.
-Es muy
difícil porque se ve mucho a sí mismo. Jesucristo decía: ‘si no te conoces a ti
mismo todo lo que conozcas es falso. El mayor éxito es conocerse a sí mismo,
porque si te conoces a ti mismo, quién eres, qué función tienes… el hombre lo
que menos ve es a sí mismo: se proyecta en otras cosas; se ve en el espejo que
no les corresponde, el de su vecino, el de su amigo. Aunque somos lo mismo, yo
te veo como una cosa diferente a mí. La separatividad es el error más grande
porque el máximo conocimiento es que todo es uno, de ahí viene la palabra
“universo”. No se puede separar, no se puede decir ‘tú y yo somos
diferentes’... tú eres yo y yo soy tú.
-No soy muy
dado a llorar… lloré cuando se murieron mis padres y mis hermanos… te vas
quedando solo. Siento, más que tristeza, nostalgia porque a las nuevas
generaciones les estamos dejando una Tierra devastada.
-Siempre me
sentí atraído por lo oculto, por lo que no está a simple vista, por lo
sobrenatural. Me apasionan 2 temas aparentemente disímiles: el cerebro y el
universo; parece que no tienen relación, pero el cerebro tiene 86 millones de
neuronas y hay 100 millones de estrellas; es una cantidad cercana. Soy una
persona que mete las narices donde no lo llaman, por ejemplo, la pandemia (de
la que ya hecho proyecciones de contagios) y la meteorología… son retos para un
matemático. Yo nunca supe exactamente (cómo llegué a donde estoy) porque no he
ido por un camino directo sino un poco chueco. Un día empecé a soñar tipo
apocalíptico: que amanecía y el Sol no salía; pura oscuridad y la gente lloraba
y decía “¿qué pasó con el sol?”, “se va a acabar el mundo”.
-No, no. Lo
tuve como cinco o diez veces y dije: “voy a estudiar y a hacer algo importante.
No sé si el Universo tuvo una señal para decirme; “tú tienes una función en
esta vida”. Una vez un chamán maya me dijo: “usted tal vez no entienda bien lo
que es, pero será algo así como un profeta de los mayas, con una función
especial, de descubrir cosas”. No es que sea la única persona que lo haya
hecho, pero creo que me he sentido afortunado porque las circunstancias se me
han dado y las he aprovechado para divulgar conocimiento. Yo creo que como que los números, las
relaciones, se me van dando y en los sitios arqueológicos, le voy buscando
cosas que otros las vieron, pero no vieron lo que yo”.
Sin querer, -recordemos que, como iconoclasta no busca imponer sus ideas- en esta charla, me convenció de que no está loco; de que 86 millones de neuronas pueden brillar más que 100 millones de estrellas; y de que la libertad florece en la sequía de los sueños (deseos reprimidos) porque yo deseaba tanto esta entrevista (le insistí varias veces) que se me cumplió y ahora estoy frente a la pantalla de mi computadora (ésa que, cuando está apagada, es un espejo negro) y mientras el reflejo me muestra la parte de mí que no me gusta, caigo en la cuenta de que -como dice el refrán- sabe más el diablo por viejo que por diablo... lo sé porque está hablándome y me está mirando con ojos de gato en la oscuridad...
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