martes, 30 de marzo de 2021

Un astrónomo yucateco que no podía ver a la luna

 


Por Eduardo Vargas Marín/reportero

MÉRIDA, Yucatán.- La vida del astrónomo y matemático yucateco Eddie Salazar Gamboa es un número primo porque no se divide en 2 ni siquiera frente a una luna (espejo): “yo trato de no verme al espejo porque veo lo que no me gusta de mí mismo”.

Y es que, al escuchar sus oficios, uno puede pensar que este incansable profesor universitario es una suerte de Carl Sagan, Stephen Hawking o Aurelio Baldor nacido en tierras yucatecas, pero la solapa de su biografía no autorizada aludiría más a la taxonomía porque se perfila más como una rara especie de arqueólogo del universo; o a la química, pues mezcla los números con casi todo lo que está a su paso. No, definitivamente, no lo veo montado en un viaje interestelar.

En un universo metafórico, es el hombre que encontró a los mayas con un telescopio y que atrapó a la Luna, “esa dama caprichosa” -frase del arqueólogo Víctor Segovia Pinto-, en la puerta del Templo de las 7 Muñecas de Dzibilchaltún, con una calculadora.

“Una vez un chamán maya me dijo: ‘usted tal vez no entienda bien lo que es, pero será algo así como un profeta de los mayas, con una función especial: de descubrir cosas’”, recuerda este “hijo de la luna (...), blanco como el lomo de un armiño” (Mecano dixit), con ojos brillantes de gato en la oscuridad.

Pero sus mejores atributos no son humanos… ¡hey! Tampoco extraterrestres y mucho menos alienígenas; es tan terrícola que ni en un volado prefiere “sol”; él apuesta por el “águila” y no es ninguna decisión azarosa en un hombre que, como el ave nacional, ve cuatro veces más que un ser humano promedio.

“A veces hasta yo me digo: ‘ya estás quedando loco’... ¿(comparar) el número de peldaños de la pirámide (de Kukulcán, en Chichén Itzá) con lo que dura una rotación del universo? Quien te oiga, dirá ‘ya se le fue la chaveta, el pájaro’”, dice, sin menoscabo del qué dirán.



Si su vista es casi como la de una abeja, 5 veces más veloz que la de un homo sapiens, del oído ya ni hablemos: más que un melómano, el profesor se califica como un “audiófilo”; la verdad, su oído es como el de un elefante, no por el tamaño de sus orejas, sino por su sensibilidad: 20 veces mayor a la humana; o como el de la paloma, capaz de presagiar la tormenta mucho antes de que empiece...

“Un sabio decía: ‘prefiero escuchar antes de hablar, porque si hablo repito 20 veces lo que ya he dicho; pero, si escucho, puedo encontrar cosas positivas’”, sentencia. Pero hoy, al silencio no lo invitamos, porque estamos en una entrevista, por cierto realizada en el marco de su cumpleaños, el 22 de marzo, una fecha muy “conveniente” para quien la primavera -que llega generalmente entre el 19  y 21 de marzo- le ha permitido devorar los frutos de árbol del conocimiento sobre la arqueoastronomía maya.

Pero antes de llegar hasta donde él revela sus sueños apocalípticos e invisibles; en la que habla de su incómoda imagen frente al espejo; en la que dicta su epitafio, y en la que devela los motivos de sus lágrimas, escuchemos la definición autoconsciente lo que este hombre que, de buenas a primeras, te asalta con la pregunta “¿tienes una calculadora a la mano?”...

“Soy un iconoclasta (entendido como el que destruye lo que está establecido), pero a diferencia de otros, yo no intento convencer a nadie”.

Bien, veamos si puede convencerme sobre lo que afirma...

Acomodado en la postura del “acusado”, del que debe contestar las preguntas,  Eddie Salazar responde sin una pizca de molestia ante una duda que puede sonar ofensiva en estos tiempos:


 -¿Qué sueños se pueden tener a su edad? (En realidad, la pregunta mencionaba el número de años que cumple, pero, aunque resulte inexplicable a los ojos de cualquier matemático, no quiso decirlo; parece extraño pero le tiene miedo a la cifra, lo sonroja y mejor se lo guarda. Huelga decir que su aniversario lo pone triste: “es un año más, pero también un año menos”, explica, y responde el cuestionamiento...

-Yo ya no sueño… los sueños son temores, son deseos reprimidos. Mientras más maduro eres menos sueños tienes.

 -Entonces ¿se despierta en blanco?

-(Cuando despierto) Casi estoy en blanco… mientras menos sueños, menos deseos tienes, eres más libre. Mientras más temores tienes más sueñas.. cuidado con tus deseos porque pueden hacerse realidad.

 -¿A quién le ha bajado Eddie Salazar la luna y las estrellas?

-Es una pregunta muy comprometedora… tengo mi corazoncito así viejo como me ves… el tiempo no influye. Siempre he sido coqueto.

 -¿A quién ve cuando se mira al espejo?

-Yo trato no verme al espejo porque veo lo que no me gusta de mí mismo. Siempre dicen que la gente no se ve al espejo porque no le gusta lo que ve. Mi hermano mayor me decía -cuando quería fregarme-: a ti dos cosas bien te dio la naturaleza: tu cerebro y tus ojos.

 -¿El espejo nos engaña?

-Completamente… voy a decir una herejía: el hombre, a la parte que no le gusta, le ha llamado “diablo”, “satanás”, “Lucifer”, pero no hay dios que esté separado: es bien y es mal, es las dos cosas al mismo tiempo.

 -¿Qué quiere que diga su epitafio?



-”Aquí yace un hombre que trató de buscar la raíz del universo pero nunca las encontró”… bueno, posiblemente sí las encontré pero es algo propio, para mí. No sé exactamente quién soy. Estoy indagando quién soy, quién es Eddie Salazar, pero es muy corta la vida para conocerse, para saber quién es uno.

 -Yo, con la entrevista, intento saber quién es Eddie Salazar…

-Es muy difícil porque se ve mucho a sí mismo. Jesucristo decía: ‘si no te conoces a ti mismo todo lo que conozcas es falso. El mayor éxito es conocerse a sí mismo, porque si te conoces a ti mismo, quién eres, qué función tienes… el hombre lo que menos ve es a sí mismo: se proyecta en otras cosas; se ve en el espejo que no les corresponde, el de su vecino, el de su amigo. Aunque somos lo mismo, yo te veo como una cosa diferente a mí. La separatividad es el error más grande porque el máximo conocimiento es que todo es uno, de ahí viene la palabra “universo”. No se puede separar, no se puede decir ‘tú y yo somos diferentes’... tú eres yo y yo soy tú.

 -¿Qué lo hace llorar?

-No soy muy dado a llorar… lloré cuando se murieron mis padres y mis hermanos… te vas quedando solo. Siento, más que tristeza, nostalgia porque a las nuevas generaciones les estamos dejando una Tierra devastada.

 -¿Qué lo hizo inclinarse por la astronomía, cómo llegó hasta donde hoy está?

-Siempre me sentí atraído por lo oculto, por lo que no está a simple vista, por lo sobrenatural. Me apasionan 2 temas aparentemente disímiles: el cerebro y el universo; parece que no tienen relación, pero el cerebro tiene 86 millones de neuronas y hay 100 millones de estrellas; es una cantidad cercana. Soy una persona que mete las narices donde no lo llaman, por ejemplo, la pandemia (de la que ya hecho proyecciones de contagios) y la meteorología… son retos para un matemático. Yo nunca supe exactamente (cómo llegué a donde estoy) porque no he ido por un camino directo sino un poco chueco. Un día empecé a soñar tipo apocalíptico: que amanecía y el Sol no salía; pura oscuridad y la gente lloraba y decía “¿qué pasó con el sol?”, “se va a acabar el mundo”.

 -Pero dijo que ya no tenía sueños ¿ese es el más recurrente que tiene?

-No, no. Lo tuve como cinco o diez veces y dije: “voy a estudiar y a hacer algo importante. No sé si el Universo tuvo una señal para decirme; “tú tienes una función en esta vida”. Una vez un chamán maya me dijo: “usted tal vez no entienda bien lo que es, pero será algo así como un profeta de los mayas, con una función especial, de descubrir cosas”. No es que sea la única persona que lo haya hecho, pero creo que me he sentido afortunado porque las circunstancias se me han dado y las he aprovechado para divulgar conocimiento.  Yo creo que como que los números, las relaciones, se me van dando y en los sitios arqueológicos, le voy buscando cosas que otros las vieron, pero no vieron lo que yo”.

 Y en esta pregunta final aparece nuevamente en Eddie Salazar Gamboa ese atributo animalesco de una visión diferente, la de la abeja… la del águila… que busca y encuentra lo que otros no percibieron aun cuando estaban en el mismo sitio. Es evidente que no hay un astrónomo sin una visión periférica, nocturna, felina, sensible aún en medio de la noche más negra.

Sin querer, -recordemos que, como iconoclasta no busca imponer sus ideas- en esta charla, me convenció de que no está loco; de que 86 millones de neuronas pueden brillar más que 100 millones de estrellas; y de que la libertad florece en la sequía de los sueños (deseos reprimidos) porque yo deseaba tanto esta entrevista (le insistí varias veces) que se me cumplió y ahora estoy frente a la pantalla de mi computadora (ésa que, cuando está apagada, es un espejo negro) y mientras el reflejo me muestra la parte de mí que no me gusta, caigo en la cuenta de que -como dice el refrán- sabe más el diablo por viejo que por diablo... lo sé porque está hablándome y me está mirando con ojos de gato en la oscuridad...

(La entrevista original fue publicada por el periódico Novedades Yucatán, el 30 de marzo de 2021)


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