miércoles, 18 de febrero de 2015

Las 50 sombras de… Serrat


Serrat y su otra 'mitad' musical: Ricard Miralles.
Eduardo Vargas Marín
Mérida, Yucatán

El número 50, tan de moda, se asocia generalmente a “la mitad”, a la “mediana”, a la igualdad de fuerzas, a la equidad… y uno siempre sueña con su media naranja; además, en los sentidos, se requieren dos para ser uno completo, salvo en el gusto, pues sólo hay una boca.

Por eso Joan Manuel Serrat no pudo escoger mejor año para cumplir medio siglo de carrera musical: el 18 de febrero de 1965 su voz se escuchó por primera vez en un programa de radio, en vivo, en Barcelona, cerca del mar.


Cantó una de sus primeras obras “Una guitarra”...
Ahora el amor llega. Después el amor se va. Sólo queda una guitarra y el llanto de su canto.
Desde entonces sus canciones no dejaron de sonar, aún medio de la censura, el rechazo, el boicot y el exilio que por esos años sufrió en su tierra natal, dividida a la mitad por la dictadura, y por su envidiable entereza para querer cantar en dos idiomas: español y catalán, y no quedarse sólo con la “mitad” de su lenguaje.

Llegó a México con todo y familia, incluidos sus músicos a quién él consideraba parte de ella, y durante prácticamente un año recorrió el país; por supuesto, pasó por Mérida, una ciudad que aún dormía “bajo un sombrero” de palma.

En estos 50 años de canto, Serrat volvió varias veces a nuestro país, e incluso uno de sus discos emblema -Serrat, en directo- tiene parte de los recitales que ofreció “a mitad del país”, en el corazón de la patria, pues…

Pero La Ciudad Blanca -mote que nos lleva, sin escalas, a los “pueblos blancos” de España- como la fiel Penélope, tuvo que esperar años -unos 30- para que Joan Manuel regresara; el lleno en el teatro hoy llamado Armando Manzanero no fue noticia para una ciudad que lo esperaba apenas a unos pasos de “los ‘sauces’ de la Plaza Mayor”.

El reencuentro fue inolvidable, porque aquella noche el reloj se detuvo por dos horas; fue como volver de un exilio, a donde uno se va involuntariamente, así los narra una de las crónicas del recital que puedes leer completa aquí.

Caprichoso como es el azar, decidió que  el 18 de febrero de 2015, es decir, hoy, cayera a mitad de semana, en medio de un bombardeo publicitario que repite hasta el cansancio el número 50 por un película que pronto se olvidará porque es sólo memoria visual.

Porque, para trascender, -y eso Serrat lo sabe- es necesario recrear todos los sentidos: vista, tacto, olfato y oído, cada uno al 50 más 50 para que sea completo… y sólo uno que se basta por sí mismo, porque sólo una boca tenemos, porque sólo es un cantante, sólo una voz y, por ende, un sólo sentido: el gusto…

Más datos en jmserrat.com

La noche en que volvimos de tu exilio, Serrat


Joan Manuel Serrat volvió a Mérida, luego de más de 30 años de ausencia, pero no de olvido. (Rodrigo Tapia)
Eduardo Vargas Marín
Alcancé a ver que la fila de gente doblaba la esquina e imaginé que era la de los pasajeros a punto de subir a aquel primer tren que esperaba la fiel Penélope, pero la realidad me sacó a empujones de mi casa cuando Joan Manuel Serrat apareció caminando por la calle 62 de Mérida.

El Nano, rodeado de protocolo comitiva y seguridad, entró, esa noche del 29 de octubre, al Teatro Mérida (1) por la puerta principal, sin más ni más, como cualquier mortal.

Los de la fila no eran amigos que iban a verlo de dos en dos, de mes en mes y de 6 a 7… por su vestimenta parecían más la aristocracia del barrio, lo mejor de cada casa…

Seguramente entre ellos había alguna Muchacha Típica, alguna Lucía, alguna Marta, La mujer que yo quiero y ¿por qué no? el Benito y El Españolito, todos guardando cola y revoloteando por ver al cantautor español...

Eran unas mil 200 gentes de mil raleas que, en menos de 30 minutos y, tras hora y media de esperar para que abrieran paso, abarrotaron el teatro y comenzaron su Fiesta poco antes de que den  las 10: Las 21:18  marcaba el reloj municipal, cuando Ricard Miralles –el director musical de Serrat- apareció en la escena, se sentó al piano, tocó algunos acordes y -primero de frente y luego de espaldas- recibió la primera ovación de la noche…

Su imagen me recordó a El Titiritero que va  de aldea en aldea y que, siempre risueño, canta sus sueños y sus tristezas…

Un minuto después, un Serrat de mezclilla y camisola gris se acercó al público a saludar y aprovechó para recibir la fuerte ovación, las “palmas yucatecas” –así las bautizó- como si estuviera frente a Curro El Palmo que sigue dando palmas.

Tomó su guitarra y, sin mediar palabra, sino sólo unas cuantas señas para su ingeniero de sonido, nos regaló su carta de presentación: Cantares

No pudo haber iniciado con otra: comenzó a dejar estelas en la mar de aplausos y loas de aquella histórica noche de su regreso, tras casi 33 años de ausencia voluntaria, desde la última vez que pisó Mérida, en 1975, durante una gira que realizó por Latinoamérica.

Esa primera vez, Serrat vino a Mérida, Yucatán, casi como un gitano porque el exilio del régimen franquista, que le duró 11 meses, lo obligó a andar a salto de mata, en una caravana de músicos y familiares, con quienes recorrió el continente y, por supuesto, México.

Joan Manuel Serrat, en Teatro Mérida, en 2008 (R. Tapia)
Y, sin embargo, no fue él quien volvió sino nosotros: regresamos del exilio con la décima canción del concierto: Mediterráneo; nos llevó de vuelta a Barcelona, su ciudad natal, a buscar a aquel primer amor que duerme escondido tras las cañas

Nos subimos a la grupa con el caballero del honor, con ese Quijote de guitarra y vaqueros, y comenzamos a vivir una de esas ocasiones en que uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela, a pesar de que la mayoría de los ahí presentes, en promedio y salvo excepciones, rebasábamos los treinta.

Las notas de De vez en cuando la vida arrebataron el aplauso e hicieron temblar de alegría en el instante en que las lágrimas empezaron escaparse de las atónitas miradas…

Entonces, Serrat nos cantó Tu nombre me sabe a yerba para devolvernos el ritmo alegre a esos artefactos, bestias, hombres y mujeres que acudimos a escucharlo.

Con esas primeras canciones, Serrat parecía decir: “Yo me manejo bien con todo el mundo”, porque, para cada persona ahí presente, tenía una canción; por eso La Bella y el Metro fue sólo el principio, la envoltura del regalo: adentro había recuerdos y Aquellas pequeñas cosas como Disculpe el señor, El Horizonte, Hoy puede ser un gran día, Es caprichoso el azar, que conmovieron a más de uno…

Ahí fue cuando, Juanito, tomaste tu guitarra y a golpe de uñas, de tú a tú, y a sabiendas de que entre tus escuchas había muchos cachorros de buenas personas, cantaste entre esos tipos y yo hay algo personal.

Sólo tú podías, como lo hiciste, incomodarlos con esa verdad hecha canción… y sólo tú podías, de frente a un público todavía conservador –sobre todo por el promedio de edad-, decir “puto” o “pendejo” e incomodarlos al grado de provocarles risitas nerviosas, mientras contabas el preludio de La Mala Racha

Sólo tú podrías decirles a la cara que tu relación con tu eterno acompañante Ricard Miralles era como un matrimonio pero sin sexo.

Rascaste en las cuerdas de tu guitarra las primeras notas para los grandes ausentes: Esos locos bajitos que probablemente esa noche estaban en casa, encargados con el vecino o con algún pariente, dormidos bajo el cuidado de alguna nana de la cebolla.

Y también le hablaste a la Señora para gritarle de nuevo a los cuatro vientos: “¡soy casi un beso del infierno, pero un beso al fin!” y confesaste que –como a Mérida- a esa suegra la tenías olvidada, porque los años te habían robado esa ilusión de no ser un buen yerno y que la habías guardado hasta ese 29 de octubre de 2008 para reestrenarla con nosotros…

En ese arranque de sinceridad, nos llevaste al terreno de la imaginación para contarnos musicalmente la historia de Joana: ella nació del “hubiera” -que no existe sino en la lengua.
Nos confesaste que tu madre (Angeles, ésa que crió canas pespunteando pijamas) tuvo una fe tan grande en que nacerías mujer que tus primeros años de vida te vistió de color rosa, porque de ese color había acumulado la ropa…

A lo mejor de ahí surgió esa inquietud tuya por venerar al sexo opuesto con una canción como ésa…

Y tal vez también ahí nació tu inclinación por cantarle a todas las mujeres: a la que fue amada (No hago otra cosa que pensar en ti), a la que no amaste, pero que te gustaba (Me gusta todo de ti, pero tú no) o a la fue abandonada y se quedó, con sus zapatitos de tacón, sentada en la estación (Penélope)…

Acompañado de esa mujer que paró su reloj infantil una tarde plomiza de abril nos dijiste adiós, pero antes del primero de tres regresos al escenario, luego de despedirte, el público te hizo sentir más corazones que arenas en tu pecho porque la ovación fue mayúscula ante esos versos de Para la Libertad, de Miguel Hernández…

Sacaste un poco “de los restos del naufragio de tu formación cristiana” para tomar no las palabras del Jesús del madero sino del que anduvo en la mar, y darnos tu propia versión con Bienaventurados los adictos a emociones fuertes como lo fuimos esa noche… van dos…

Y tres: el reloj nos dijo que llegó el final de una noche en que cada uno se olvidó que cada uno es cada cual. Tras una larga, última, ovación de gente con los ojos vueltos lágrimas y con la resaca (emocional) a cuestas, el pobre volvió a su pobreza y el rico, a su riqueza en esa noche que hiciste tuya, como la noche de San Juan… 

Sí, ¡de San Joan!

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(1) El teatro se llama hoy día "Armando Manzanero"

(El texto está adaptado para este sitio web. El original fue publicado en la revista Mérida Viva, en 2008)

sábado, 14 de febrero de 2015

14 de febrero de 1974, el día sin amor (video)

Retrato de Efraín Calderón Lara, alias Charras, en el Centro de Estudios que lleva su nombre, en Mérida.
Eduardo Vargas Marín
Mérida, Yucatán

A Charras lo mató el odio en el Día del Amor, hace exactamente 41 años, y su muerte caló aún más porque ya estaba comprometido para casarse con Lupita, quien, para hacer aún más trágica la historia, era su novia de siempre: se conocieron cuando eran niños.

Pero no fue sino hasta que el escritor Hernán Lara Zavala decidió renunciar a lo que había sido, hasta ese momento su 'pasión' literaria, escribir cuentos, que el nombre de Efraín Calderón Lara, 'Charras', quedó inmortalizado en un libro.

No fue 'Charras', primera novela de Hernán Lara, una epopeya romántica, sino cruda y por dos razones: el escritor tuvo que hacer un lado la ficción y entrar de lleno a la investigación, al reportaje, y tuvo que revivir el dolor de aquellos días cuando se enteró de la muerte de alguien de su propia sangre.
La última edición de 'Charras', novela en la que Hernán Lara Zavala mira a fondo las últimas horas de Efraín Calderón
Sin duda, Hernán tuvo que caminar sobre esa cuerda floja que divide el trabajo de la vida personal y prácticamente lo convirtió en un trapecista del oficio más bello del mundo.

Los desparecidos en México: Mario y la historia entre sus huesos llega a Yucatán

Aunque la herencia de Efraín Calderón Lara, alias Charras, está prácticamente olvidada, quienes aún lo recuerdan ven en la recién terminada huelga de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), las huellas de la lucha sindical que emprendiera hace más de 40 años.

Con las debidas proporciones, porque entonces, a media década de los 70, las huellas fueron de balas incrustadas en los muros del edificio central, producto de choques entre policía y estudiantes cuando las protestas se elevaron de tono, tras la desaparición de quien se había convertido en defensor de las causas justas.
Efraín Calderón Lara, cuando aún no era Charras.

Pero de aquella lucha, la de 1974, no queda ni siquiera lo que alguna vez existió: el teatro universitario fue bautizado como "Efraín Calderón Lara"; hoy el recinto se llama "Felipe Carillo Puerto".

Lara Zavala todavía en 1997, 23 años después del cruel asesinato de Charras, cuando el escritor vino a Mérida para charlar en un coloquio sobre Juan García Ponce, recordaba, en entrevista con el periódico Novedades de Yucatán, lo fresco que aún estaba en la memoria familiar la vida y obra del extinto líder estudiantil.

Entonces, el escritor no tuvo miedo de catalogar el crimen de Charras como un asesinato político que antecedió a otros tantos (Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu o Juan Jesús Posadas Ocampo) que en dos o tres años antes había descompuesto al país entero.

Habló también de cuándo fue la última vez que vio al Charras, y de qué fue lo último que charlaron, de cuando Efraín le confesó que estaba a punto de casarse… (Lee  aquí la entrevista completa con Novedades de Yucatán).

Con el pasar de los años, el libro “Charras” dejó de ser la única novela de Lara Zavala, pero no por eso menos entrañable, aun cuando no recibió los reconocimientos que "Península, Península" se granjeó desde que comenzó a circular.

Una noche, Hernán, tras presentar el libro ‘Una escritura tocada por la gracia’ de su paisano Justo Sierra Méndez, se sorprendió gratamente cuando una mano conocida le acercó el libro de “Charras”.

El lector quería una dedicatoria y el escritor prácticamente dejó todo lo estaba haciendo para escribirla.

Ahí, en la tierra que lo vio nacer, al igual que a su primo, Charras volvió a aparecerse. (La entrevista para Novedades de Campeche puedes leerla aquí).

Sin duda, al cumplirse hoy un aniversario luctuoso más de Efraín Calderón Lara, lo que no ha pasado de moda es el libro, hecho fundamentalmente a golpes de corazón, ese que no conoce de horarios ni de catorces de febrero ni de años: late exactamente igual todos los días...

De memoria

  • Efraín Calderón Lara es originario de Hopechén, Campeche.
  • Su fama pública cobra fama cuando, como estudiantes de Leyes de la Universidad de Yucatán, se involucra en la lucha por la defensa de trabajadores de varias empresas grandes.
  • Fue secuestrado el 13 de febrero de 1974 y asesinado al día siguiente, el 14 de febrero.
  • Por el homicidio fueron procesados varios funcionarios públicos incluido el director de Seguridad, José Felipe Gamboa Gamboa.
  • El asesino material fue el teniente coronel Francisco Pérez Valdez, quien purgó pena por el asesinato.
(Las fotos que ilustran este texto están exhibidas en el Centro de Estudios "Efraín Calderón Lara", en Mérida, calle 38 por 35 y 37, colonia Jesús Carranza)

Quiero morir en Campeche: Hernán Lara Zavala


Hernán Lara Zavala (centro) se autodefine como un escritor 'enfermo de anglofilia' (Novedades de Campeche)
América García/Eduardo Vargas
San Francisco de Campeche, Campeche

Rojo, el sol en su piel…
Gris, el tiempo en sus cabellos…
Negro, el mar en sus ojos…
Las campanas de catedral, en sus oídos…
… Y Justo Sierra –en el libro “Una escritura tocada por la gracia”-, entre sus manos…
Se trata de un escritor “peninsular” –como él mismo se autocalifica: Hernán Lara Zavala, de raíz chenera y a quien Campeche no deja de sorprenderlo a pesar de sus constantes viajes…
Al final de una ponencia sobre el chenero Justo Sierra, otro libro asalta el baúl de sus recuerdos y exclama, sorprendido ¡Charras! y se inclina en la mesa para escribir la dedicatoria en una página de un ejemplar del libro que durante casi 20 años fue su única novela… “Prefiero publicar poco a arrepentirme mucho”.
Sentado en un espacio de Casa Seis, expresa que el lugar lo remonta a tiempos pasados que no vivimos, que hacen reflexionar sobre cómo era la vida en otras épocas…
Y es que cuando Hernán viene a Campeche se transforma, “tanto como para algún momento poder refugiarme aquí para llegar a la recta final con paz y tranquilidad”, para envejecer con dignidad, sin las presiones a las que somete una ciudad.
Su amor por esta tierra y su mar es tal que siempre pide hospedarse en el 4º piso del hotel Baluartes, “porque desde ahí, con la vista al mar, me parece que estoy en un barco… ya no se aprecia la tierra”.

-¿Se considera más campechano que yucateco?
-Pierdo mis orígenes en Hopelchén… mis bisabuelos, mis tatarabuelos, todos son de ahí. A veces me preguntan que si soy español y yo respondo, ‘soy peninsular, pero no de la Península Ibérica, sino la de Yucatán’…

Mi mamá nació en Mérida y por eso me siento de los dos lados, y yo pediría que también ya se quiten esos atavismos Yucatán y Campeche, sin divisiones de territorio… que muy inteligentemente hizo Benito Juárez por la pugna que existía entre las dos ciudades que siempre estaban peleando el poder; lo hizo muy bien porque se acabaron las separaciones del resto de la República.

-Le apasiona escribir sobre Campeche...
-Escribí sobre la Guerra de Castas, sobre “Charras” -sobre los movimientos sindicalistas independientes- me faltaría definitivamente algo relacionado con la Revolución Mexicana en la Península de Yucatán y eso es parte de una tarea que les debo -como dicen los chavos- ‘una materia pendiente’.

En el caso de la Guerra de Castas; mi padre siempre me dijo ‘hay muchas cosas interesantes, que tú tienes en cierto modo obligación –como escritor- de tratar de recuperar, no porque fueran penosas, trágicas, sino porque son dignas de que un novelista las aborde’.

-Durante muchos años “Charras” fue su única novela, ¿No es poco una novela para un escritor?
-Realmente sí, aunque inicié como cuentista. Hasta hoy tengo dos novelas… los libros de ensayo que para mí son muy importantes y mis crónicas de viaje… prefiero publicar poco que arrepentirme mucho… voy publicando y, cuando menos en intención, siempre trato de ser mejor… Tengo siempre la oportunidad, en mis cuentos, de salirme siempre hacia otros territorios; viene por cierto una nueva edición de De Zitilchén, primer libro que tenía un poco la estructura de novela porque (los textos) se interrelacionaban. La primera edición eran 9 cuentos, la segunda, 14 y ahora vienen unos 21.

-¿Tiene “Charras” algún significado especial?
-Sí porque en “Charras” se mezclan varias cosas: primero, mi origen peninsular, por qué soy como soy, quiénes eran los míos, etc., Otra parte es tratar de reivindicar a ciertas figuras del libro.

-¿Qué trabajos prepara Hernán Lara en estos momentos?
-En julio publicaré un libro de cuentos que se llama el Guante Negro. Como ya dejé mis actividades administrativas en la UNAM, tengo plena libertad de trabajar en lo que a mí me gusta. Escribí una obrita de teatro relacionada con la Península y me gustaría que se estrenarla en este año en la conmemoración del Centenario y Bicentenario, aunque no está estrictamente relacionado con eso.

-Sabemos que se inspiró en Inglaterra para preparar una nueva obra…
-Sí, en “Guante Negro” vienen tres novelas cortas que tienen que ver con Inglaterra, son ficciones, pero el escenario es Inglaterra, los personajes son ingleses y lo que hago es jugar con la ambientación. No es estrictamente una novela sino cuentos que están relacionados a través de tres temas fundamentales: arte, religión y erotismo… 

La imaginación atrae ciertos temas, ciertas obsesiones y yo estudié letras inglesas y padezco una enfermedad muy grave que se llama ‘anglofilia’, que quiere decir amor a los ingleses (ríe), pero no como personas sino sus producciones literarias, ellos han dado más a las letras del mundo que ningún otro país sin ningún bache… y también me gustan las ciudades.

Hernán ha contestado todas las preguntas y ahora accede a tomarse fotos con algunos lectores, al tiempo que apura su copa de vino; ese último trago será, probablemente, el inicio de una velada más en esta cálida tierra que no es sino el muelle del barco (el hotel Baluartes), en cuyo 4º piso -su “camarote”- la vista al mar le dará la certeza de que el tiempo lo traerá de vuelta, aunque eso implique que su piel vuelva a quedar roja por el sol, que el tiempo pinte más su cabello de gris y que el negro mar en sus ojos sea lo último que el escritor vea…

(El texto original fue publicado en el periódico Novedades de Campeche en 2010)

'Charras, antecedente de crímenes de Colosio y Ruiz Massieu'


Página impresa de Novedades de Yucatán. Entrevista con Hernán Lara Zavala sobre su novela 'Charras'.
Eduardo Vargas Marín
Mérida, Yucatán

Ni mito ni cuento: Charras fue líder sindical valiente y auténtico...

Más que nunca el homicidio del luchador social Efraín Calderón Lara, alias Charras, está vigente ante los asesinatos políticos de esta década, llámese (Luis Donaldo) Colosio, (José Francisco) Ruiz Massieu o (Cardenal Juan Jesús) Posadas Ocampo.

Al menos así es para Hernán Lara Zavala, el autor de la novela sobre el homicidio del ex líder estudiantil, quien asegura que “Charras” es un antecedente, “apenas una pálida sombra” de lo que ocurrió recientemente con las muertes de connotados personajes en México.

Pero aunque considera al “Charras” como uno de los personajes más importantes dentro de la historia de los movimientos obreros, ignora si las ideas del tienen vigencia en las propuestas de los actuales sindicatos.

Narra a Novedades de Yucatán la última vez que lo vio, y recalca lo significativo de ese momento póstumo, tras enterarse del fallecimiento de su pariente: “Por eso me impresionó conocer su muerte de esa manera criminal”.

El libro “Charras”, catalogado por el propio Lara Zavala, como una novela-reportaje, se publicó entre 1990 y 1991, 15 años después del artero crimen, aún no resuelto del todo, de quien revolucionó la política sindical de Yucatán.

-¿Es “Charras” su libro más importante hasta el momento?
-Más que mi libro más importante, Charras es mi primera novela, y como tal me dio un lugar dentro de la literatura. Yo era fundamentalmente cuentista, pero a todos los libros uno los quiere igual, como a lo hijos.

-Cómo se sintió al incursionar en este género? ¿Recurrirá nuevamente a él para tratar un tema similiar?
-No necesariamente; ahora terminé una crónica: le llamé Viaje al Corazón de la Península, que trata más bien de los puntos intermedios de la península de Yucatán, es decir, el punto de intersección donde están Campeche, Yucatán y Quintana Roo,, pero es una crónica estrictamente.

Lo que hice (en “Charras”) fue una novela-reportaje, vamos a llamarle así, pero no puedo decir “de esta agua no beberé”; actualmente no tengo interés en incursionar en esa técnica narrativa.

¿Cómo ve “charras” retrospectivamente, a casi 7 años de publicado?
Pues fíjate que es muy curioso, porque yo tomé un tema; me parecía que a lo mejor iba a resultar un poquito lejano en la historia, hacía 15 años que había ocurrido el suceso de Charras y curiosamente la novela es ahora más vigente que nunca a la luz de todo lo que ha sucedido, con todos los asesinatos, sobre todo políticos y creo que, de alguna manera, como se ha podido ver, organizados por el Estado.

Creo que lo que ocurre en “Charras” es apenas una pálida sombra de lo que iba a suceder en el país; sin embargo, creo que el mecanismo interno debe ser muy parecido: el hecho de cómo sucedieron las cosas, de cómo se ocultaron digamos los detalles y cómo finalmente no se ah dado con los asesinos reales de (Luis Donaldo) Colosio, (José Francisco) Ruiz Massieu, y de todas estas personas que entraron en este nivel de agresión y de crimen político.

¿Fue un antecedente?
Creo que fue un antecedente y, te digo, creo que era imporatnte considera que la novela no trata como una nota roaj, no era nada más un crimen, sino der aun crimen de Estado. Entonces creo que en ese sentido hubo un elemento más, pero que se pone sobre aviso a los lectores para cuando menos no permitir que los crímenes queden sin solución, no queden impunes.

-El libro cumplió su cometido…
-Sí, yo creo que sí, yo espero que sí.

-Se ha hablado mucho sobre Charras, ¿cómo lo considera usted? Para las generaciones actuales podría ser solo un mito, un personaje de novela...

-El Charras es pera mí uno de los personajes más importantes dentro de lo que ha sido la historia de los movimientos obreros de nuestro país. El ofrendó su vida por un idea y  creo que su intención y su anhelo era darle justicia principalmente a los desposeídos. El sindicato (como ente social), te digo, no creo que sea la mejor opción.

-¿Considera usted que los ideales por los que murió Charras no se ejecutan en el sindicalismo actual en Yucatán?
Pues no sé, me da la impresión de que los sindicatos, como se han desarrollado finalmente, han tenido una parte de lastre… Han apoyado a la actividad gremial, pero por otro lado han “lastrado” algunos aspectos de la eficiencia. Pero insisto, creo que fundamentalmente aquí en Yucatán su postura y su lucha (del Charras) no fue sólo valiente sino fructífera.

Creo que algunos líderes son herederos, los hermanos Macosay. No estoy enterado en profundidad, pero creo que parte de esas ideas de él fructificaron y seguramente seguirán apoyando para que haya una justicia mayor entre los trabajadores.

-Pasando  un poco al plano personal, ¿cómo fue su trato con el extinto Charras?
-Era pariente mío y lo conocí desde que éramos niños. Le tenía afecto, por su personalidad fuerte, simpática, generosa. Así lo conocí a él.

-¿Puede contarnos alguna anécdota de su relación directa con él?
-Tengo muchas anécdotas que recuerdo de él, pero una que consigno en el libro es que, cuando éramos niños, él tenía un balón de basquetbol y, de manera imprudente, aunque no de mala fe, empecé a jugar futbol con él y se lo ponché. Me apenó mucho, porque muchos años después él comentó que era un regalo de Navidad que él deseaba y no lo ponché- recuerda mientras sonríe y se toca la barba, como si quisiera que la sonrisa no se prolongara. Se sonroja. “Sí me dolió mucho”, insiste.

-¿Cuándo fue la última vez que lo vio con vida?
-Yo lo vi la última vez aquí en Mérida; fue seis meses antes de que lo mataran. Él, gentilmente, pasó al hotel y me llevó al aeropuerto para que yo toara el avión, platicamos de muchas cosas, me acuerdo que esta haciendo su tesis, que se iba a casar y de cómo iba el movimiento sindical en Yucatán. Por eso me impresionó conocer su muerte de esa manera criminal.

-Fue inesperado…
-Sí, muy inesperado. Todo mundo pensaba que formaba parte de un conflicto de la región, pero nunca imaginé que la represión iba a llegar al punto de la muerte, no pensé que lo iban a matar -expone y sus ojos se abren. Vuelve su mano a la barbilla.

-¿Alguna vez le manifestó a usted que le tenía miedo a eso?
-Bueno, él sabía… siempre se refugiaba en Hopelchén y él sabía que había amenazas sobre su persona.

-¿Todavía sale a relucir Charras en su plática, con sus familiares?
-Siempre hay un recuerdo agradable de él, como persona era excepcional, tenía una gran simpatía, muy buen humor, una gran personalidad, era muy valiente. Sí, con los amigos y los parientes, siempre lo recordamos con afecto y cariño.

-¿Y qué comentan, sólo su ejemplo? ¿qué es lo que se dice de él cuando se le recuerda?
-Todo… creo que él hubiera sido un gran político si no le hubieran quitado la vida. A lo mejor en ese momento podría uno de los líderes de la región, no sé si del lado de Campeche o de Yucatán, porque él siempre que le decían si era campechano o yucateco, decía: “Yo soy de Hopelchén”.

-Cuál es el tono de la plática cuando sale a relucir: miedo, coraje, temor…
-Creo que ya está asumido el hecho, y que lo que sí se habla es con respeto -concluye tajantemente, en tono serio.

El exgobernador de Yucatán, Carlos Loret de Mola, a quien se atribuye la autoría intelectual del asesinato, identificó siempre a Charras con el actual gobernador del Estado, Víctor Cervera Pacheco, ya que éste fue muy amigo y vecino del extinto luchador social.

-¿Y qué opina del cerverismo?
-Prefiero no opinar sobre el tema -sonríe nerviosamente antes de tomar una gran bocanada de aire y mantener por unos segundos para darse valor y negarse a contestar. Vuelve a sonreír.

-¿Y de la política yucateca actual, en general?
-La política yucateca actual… me da la impresión de que tanto en Chihuahua como en Yucatán, que son dos extremos del país, han estado abandonados y se requiere de la participación de todos los ciudadanos. Sé que aquí pesa mucho el panismo, que han habido cambios importantes en la política interna.

A mí me gustaría que Yucatán, que se ha mantenido al margen y que mucha gente considera que es una entidad conservadora, pudiera apoyar para bien de la región.

No estoy seguro, porque, te digo, no conozco bien a los representantes panistas, pero la actitud contestaria que ha tenido siempre el estado me gustaría que estuviera dirigida con menos pasión local y con más actitudes crítica a los gobernantes locales y federales.

-El panismo es un buen contrapeso…
-Puede ser un buen contrapeso, siempre y cuando no caigan en los excesos que ha caído en algunos otros estados, de moralismo, represión y hasta corrupción -advierte el escritor, con gesto amable pero un tanto de desesperación debido a que los demás escritores lo esperan para disertar sobre Juan García Ponce, motivo de su visita a Mérida.

Agradece la entrevista y solicita al reportero una aclaración, ante la grabadora: "Cuando comenté lo del contrapeso que puede ser el PAN me fiero a que sea PAN o PRD o cualquier otro partido, lo que se necesita es un cambio en Yucatán... Sí quiero aclararlo, no vaya a ser que me pongas que sólo el PAN, y bueno…

Sonríe y se despide.

(El texto original fue publicado en el periódico Novedades de Yucatán, en abril de 1997)